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martes, 16 de julio de 2013

COMPLEMENTOS EN LA HISTORIA V: COPA O BOMBÍN


Por fin tocar hablar de moda masculina.
Hoy os traigo unas reseñas a los inicios de dos tocados muy masculinos que aún hoy día están en uso, aunque no en la misma medida que en su época.
Los protagonistas de este "Rincón de moda" son: 
el sombrero de copa y el bombín.


El primer sombrero de copa fue lucido por el mercero John Hetherington en 1797, causando un gran revuelo y conmoción en la sociedad del siglo XVIII.
Según un periódico local: "Los transeúntes volvían la vista. Varias mujeres se desmayaron, los niños gritaron, los perros aullaron y el brazo de un recadero se rompió cuando fue pisoteado por la muchedumbre asustada".
Aunque este relato parezca exagerado, Hetherington fue llevado a juicio por lucir "una alta estructura que tiene un lustre brillante deliberado para asustar a la gente".
Fue declarado culpable y condenado a pagar una multa de 50 libras.
Lo que él había diseñado era una modificación del sombrero de equitación, con ala mas ancha y alargado en la zona superior.


En 1823, Antoine Gibus modificó este diseño añadiéndole un marco interno con unas bisagras lo que lo transformó en un sombreo plegable.
Este sombrero era utilizado en la ópera y para viajar; de esta forma se podía viajar más fácilmente con él y durante la ópera se guardaba en un compartimento debajo del asiento.
El material preferido para su realización era la piel de castro debido a sus propiedades impermeables.
No fue hasta 1850 cuando este tipo de sombrero masculino alcanzaría popularidad; fue gracias el príncipe Albert , que lo empezó a utilizar poniéndolo de moda y convirtiéndolo en un símbolo de estatus social.
Hacia 1900 este sombrero se hacía con seda y era llevado solo en ocasiones especiales.
En 1930 volvió a resurgir en la moda masculina gracias al cine. Fred Astaire, Gary Cooper, Marlene Dietrich, entre otros , volvieron a ponerlo de moda en sus películas.

Fred Astaire
Marlene Dietrich
Al mismo tiempo que el sombrero de copa se colaba en los armarios de los caballeros gracias a un príncipe en 1850, el segundo conde de Leicester, Thomas Coke, estaba a punto de hacer un encargo muy especial en la sombrerería Mr. Coke de la calle St. James´s Street.
Su encargo consistía en un sombrero para sus guardabosques que fuera cómodo y no se enganchase en las ramas de los árboles.
Nacería entonces el bombín y lo haría de las manos de los sombrereros James y George Lock, que lo bautizarían por sus características como "sombrero de hierro".
El bombín era duro y protegía la cabeza de los guardabosques contra los golpes de las ramas mientras montaban a caballo.


Los Lock enviaron su diseño a los sombrereros Thomas y William Bowler que realizaron el prototipo.
El "sombrero de hierro" sería llamado mas tarde en inglés "bowler", por el apellido de sus fabricantes; nombre que se sigue utilizado desde entonces.
Ganó renombre hacia finales del siglo XIX al ser una opción intermedia entre la formalidad del sombrero de copa usado por las clases altas, y la naturalidad de los sombreros blandos de fieltro usados por las clases medias y bajas.


Se convirtió en el sombrero tradicional de los caballeros de la ciudad de Londres llegando a ser un icono cultural inglés.
Sin embargo, los ingleses dejaron de usarlo de forma habitual en los años 60.

jueves, 27 de diciembre de 2012

COMPLEMENTOS EN LA HISTORIA IV: ¡QUÉ RIDÍCULO!


La historia que os traigo hoy es el inicio de la vida de un complemento imprescindible hoy día para las mujeres y, ya por fin, para algunos hombres.
Os voy a contar el origen del bolso.
Hasta el siglo XVI las mujeres ocultaban sus objetos en los pliegues de las faldas o en las mangas. Un siglos después, en el XVII, aparecerán los bolsillos que, a diferencia de hoy día, no se cosían al vestido, sino que se ataban a la cadera; el volumen de las faldas de esa época permitía que esta parte de la indumentaria pasase desapercibida.


Con la aparición del estilo imperio alrededor de 1790 en París, el volumen de las faldas desaparece y con él también se va la posibilidad de ocultar los bolsillos.


Este pequeño contratiempo sería el origen del bolso.
La solución no fue otra que ponerle un cordón o correa a los antiguos bolsillos


A estos primeros bolsos se le llamaron "reticulos", del latín "reticulum" (bolsa pequeña de malla).
Pero la prensa francesa, que era muy crítica con la idea de que una parte del vestido femenino, hasta ahora oculta, fuera exhibida, lo rebautizó con el nombre de "ridículo". La intención era clara, se buscaba la burla y el escarnio de las damas por lucir sus bolsillos colgando de un cordón y a la vista de todos.
Pero este intento de sabotaje no tuvo éxito y hacia 1805 no había ninguna dama que no saliera de casa sin su "ridículo".
Las damas tenían un bolso para cada ocasión y debatían en las tertulias sobre cómo llevarlo de manera adecuada.


Se realizaban con tejidos a juego con el vestido o con el mismo tejido.
También se le añadían adornos de pedrería o metálicos.


Algunos llegaron a ser auténticas piezas de joyería.



miércoles, 21 de noviembre de 2012

COMPLEMENTOS EN LA HISTORIA III: "TE LO DIGO ABANICÁNDOME".

Hoy día los abanicos suelen salir de nuestros bolsos en los días de mucho calor. Pero hubo un tiempo en el que eran un complemento imprescindible en el vestuario femenino.
 Aunque ya era habitual verlo en las manos femeninas desde hacía siglos y continuó siendo testigo de largas conversaciones entre damas siglos después, es interesante el papel que jugó durante el siglo XVIII.
Por aquel entonces era imprescindible en algo que hoy día llevamos a cabo de forma mas directa y cara a cara. Estoy hablando del cortejo.
Para una dama del Rococó demostrar abiertamente que sentía interés por un caballero era impensable. Las mujeres tenían que ser discretas y frías, insensibles ante la presencia de su amado.
El abanico, con toda su belleza, se convirtió en un elemento indispensable para estos menesteres, ya que era utilizado para transmitir los mensajes entre la dama cortejada y su apuesto pretendiente.
Era, por lo tanto, un auténtico medio de comunicación.



Algunos de los mensajes eran los siguientes:

Abanicarse rápidamente: Te amo intensamente.
Abanicarse lentamente: Soy una señora casada y me eres indiferente.
Cerrarlo despacio: Si.
Cerrar rápido: No.
Dejar caer el abanico: Te pertenezco.
Levantar los cabellos con él: Que piensa en él y que no le olvida.
Contar las varillas del abanico: Quiere hablar con su amado.
Protegerse del sol con él: Eres feo y no me gustas.
Cubrirse la cara con él: Sígueme cuando me vaya.
Mirar los dibujos del abanico: Me gustas mucho.
Lanzar el abanico: Te odio o adiós, se acabó.
Llevarlo cerrado y colgando: En la mano derecha, busco novio, y en la izquierda, tengo pareja.


Y así hasta un largo código de cortejo en el que el abanico, junto con sus exquisitos diseños, jugaban un papel importante en los amoríos del siglo XVIII.


Para terminar este post, os dejo la imagen de un curioso tipo de abanico, ideal para los bailes de máscaras: el abanico máscara.
Que lo disfrutéis.




sábado, 29 de septiembre de 2012

COMPLEMENTOS EN LA HISTORIA II: TACONES EN VERSALLES


En el "Rincón de Moda" de esta ocasión nos vamos a trasladar al palacio de Versalles, en el siglo XVII. Viajaremos al momento en el que París comenzaba a emerger como la ciudad europea del lujo y a ser el espejo ante el que todos se querían asomar para verse a la moda.
Por aquel entonces reinaba Luis XIV, apodado "el rey sol", y su gusto por lo refinado y ostentoso influiría en toda la corte y, por extensión, en la ciudad y mas tarde en Europa y el mundo.


Ya desde su niñez Luis XIV impuso algunas de sus costumbres a la hora de vestir: enormes pelucas de pelo natural, mangas adornadas con ricos encajes venecianos y, como no, sus famosos zapatos de tacón alto.
La exquisitez y el lujo de la indumentaria de esta época también se traslada a los pies. El calzado se vuelve más elaborado y aparece lujosamente decorado.
Gana importancia, sobretodo, el calzado masculino que ahora se puede ver debido a la longitud de las prendas -durante el Barroco la indumentaria masculina se acorta dejando las piernas y pies al descubierto-.
Las botas amplían sobremanera la boca de sus cañas, los empeines, que ahora suben por el pie, lucen lazos (conocidos como molinos de viento), joyas, bordados o hebillas de considerable tamaño.  
Pero volvamos a Luis XIV. 
No es que el rey inventase un nuevo zapato masculino, ya en el siglo pasado se utilizaban entre los hombres calzado con tacón, pero este estaba relegado a las botas ya que así resultaban más cómodas para montar a caballo.
Dicen las malas lenguas que entre muchos de los complejos del "rey sol" se encontraba el de la estatura y que por eso encargó unos zapatos que lo hiciesen más alto.
Zapatos exquisitos y únicos elaborados siempre por su zapatero personal, el francés Nicholás Lestage.
Las instrucciones del monarca fueron claras y muy precisas: refinados, aunque adornados con vistosos lazos, brocados y piedras preciosas, con suelas de color rojo y tacones con una pequeña curvatura.
Algunas de las creaciones de Nicholás hasta representaban batallas cuidadosamente bordadas con hilo de plata. Todo un derroche de lujo y sofisticación.



El rey era tan fanático de sus nuevos zapatos que para evitar copias prohibió llevar el exclusivo modelo al resto de la corte y aquel que lo desobedeciese sería castigado con la pena de muerte. De esta forma aseguraría la exclusividad de su calzado y también dejaría constancia con su vestir de que él era el rey.


viernes, 20 de julio de 2012

COMPLEMENTOS EN LA HISTORIA I: JOYAS CON HISTORIA


El Rincón de Moda de esta ocasión va a estar dedicado a los complementos. Sobretodo a aquellos que, por su historia u origen, han sido apariciones curiosas y relevantes en el mundo de la moda.
Vamos a empezar por el siglo XVI. 
Nos situamos en el Renacimiento para rescatar a un par de joyas. A mi particularmente me gustan estas dos piezas porque frente a la riqueza de vestuario y ornamentación de la época, estas joyas rompen por su sencillez.
En una época donde la ostentación del traje, elaborado con ricos tejidos, muchas veces decorados, a su vez, con piedras preciosas, y el gusto por el lujo son la marca de las potencias de Europa, nacen estas dos piezas sencillas.
Las protagonistas son: el collar pomader y el ferroiniere.
El collar pomader se dejaba caer sujeto a la cintura de las damas, a lo largo de la falda cayendo por la parte delantera.


En el extremo de ese collar se encontraba el pomo; que era una bola dentro de la cual había hierbas aromáticas o perfumadas.
Esta pieza se empezó a usar como protección -inútil, sea dicho de paso- contra la infección en tiempos de peste o simplemente para disfrazar el mal olor corporal, uso mucho más coherente dada la ausencia de higiene y la poca frecuencia con la que el cuerpo se topaba con el agua y jabón.
El pomo podía iba sujeto a una cadena o correa que se podía llevar como un collar o bien a modo de cinturón.
Solían estar perforados y hechos de oro o plata.


A veces tenían varias particiones, en cada una de las cuales se colocaba un perfume diferente.


Esta forma de portar los perfumes fue adoptada del mundo árabe y es mencionada por primera vez en la literatura del siglo XIII.
Su usó perduró desde la Edad Media hasta el siglo XVII.
La siguiente joya tiene detrás una historia más trágica.
El ferroiniere consistía en una cinta o cadena que rodeaba la cabeza y que se cerraba sobre la frente con un camafeo o una piedra preciosa.
Se dice que este adorno se puso de moda entre las mujeres de Francia e Italia para ocultar las lesiones faciales provocadas por la sífilis.


Pero, como os decía, detrás de esta joya se oculta una historia de amor, traición y muerte.
Cuenta la historia que el rey Francisco I de Francia tenía entre sus amantes a una burguesa cuyo marido era de profesión ferretero.
Este hombre permitía la conducta inapropiada de su mujer, aunque en secreto ideaba una forma de vengarse de ella y de su amante.
El plan urdido por el ferretero no fue otro que el de contraer la sífilis y contagiarsela a su esposa que, a su vez, se la contagiaría al monarca.
El plan del dolido esposo funcionó a medias, puesto que su mujer falleció pero el monarca sobrevivió a la enfermedad, aunque con secuelas de por vida.
Se cree que esta joya recibe ese nombre en honor a esta dama que aparece retratada en un cuadro de Da Vinci titulado, como no, "La Belle Ferronière"; que viene a ser algo así como "la bella mujer de ferretero".

"La Belle Ferroniere"

Espero que os haya gustado.
En próximos post os iré contando más cosas interesantes sobre los complementos y su historia.
¡HASTA LA PRÓXIMA!


miércoles, 30 de mayo de 2012

ARQUITECTURA BAJO LA FALDA III


Tras el aparatoso miriñaque, la mujer del último cuarto del siglo XIX añadió una nueva estructura y con ella una nueva silueta mucho más cómica y extraña que en siglos pasados.
Se trataba de un armazón que atado a la cintura lanzaba todo el volumen a la parte de atrás. Este artilugio era el polisón.



Surgió hacia 1860 como evolución de la crinolina y desplazaba todo el interés de la figura femenina hacia el final de la espalda. Pronto se convertiría en una pieza indispensable en el vestuario de las mujeres elegantes.
Durante dos décadas el polisón cambió por completo la silueta femenina, que ahora lucía toda la riqueza de sus vestidos en la parte de atrás, donde además del volumen se dejaban caer cascadas de volantes, drapeados, pasamanería, borlas, lazos...
El polisón tuvo su momento de máximo esplendor en las décadas de 1870-1880, para  ir decayendo hasta su desaparición. Pero antes de su despedida final deforma la silueta hasta el extremo; la mujer luce una figura con cintura muy estrecha acompañada por un volumen en la espalda que se podía confundir con una repisa. La imagen es casi la de un centauro engalanado con las mejores telas y mas ricos adornos.



Durante este periodo reaparece el "vestido a la polonesa" tan popular durante el Rococó. Este vestido lucía una sobrefalda que se recogía formando drapeados, lo que hacía que el volumen ya ganado con el polisón aumentase gracias a la acumulación de tejido. También se caracterizaban por el uso para su confección de tejidos con estampados florales.
Este tipo de vestidos también eran conocidos como "Dolly Varden". Este nombre viene de un personaje de una novela de Charles Dickens titulada "Barnaby Rudge" (1841), muy popular en esa época.



En 1876 el polisón desaparece durante unos siete años y es reemplazado por la falda de cola de abanico. Este era un modelo de falda muy ajustado, con drapeados inferiores y que lucía una gran cola llena de volantes. Con este nuevo vestido la silueta de la mujer es la de una sirena.


Durante este periodo nace un vestido denominado: vestido línea de princesa. Este nombre nace en honor a la princesa Alejandra de Dinamarca y reina de Gales tras la muerte de la reina Victoria.
Este vestido se caracterizaba por entallarse totalmente al cuerpo gracias a numerosos cortes y pinzas verticales. 


La mujer por fin lucía su silueta, aunque lo hizo por muy poco tiempo, pronto reaparecería el polisón y lo haría en todo su esplendor. Aún así, cabe destacar la importancia del vestido línea de princesa, puesto que fue la primera vez desde hacía siglos que la mujer tuvo conciencia de sus formas naturales.



domingo, 22 de abril de 2012

ARQUITECTURA BAJO LA FALDA II


Con la llegada del siglo XIX vuelven a utilizarse las estructuras par dar volumen a las faldas. Es en este siglo cuando la moda da rienda suelta a su creatividad; como  consecuencia el espacio que una mujer ocupaba en una estancia aumenta haciendo su trato con los demás complicado y cómico.
Tras la silueta cómoda y etérea del Neoclásico, comienza el Romanticismo, a mediados del siglo XVIII y marcando profundamente el XIX, con una silueta curiosa: hombros caídos, mangas ampulosas, faldas voluminosas y cabezas cubiertas por capotas excesivamente adornadas.

Indumentaria propia de principios
del siglo XIX.

Sería en la Era Victoriana (1837-1870) cuando las ballenas y los hierros vuelvan a habitar debajo de las faldas de las mujeres.
A principios del siglo XIX el volumen de las faldas se conseguía con la colocación de numerosas capas de enaguas  lo que hacía la indumentaria pesada e incómoda.
Con la aparición del miriñaque las faldas redujeron sus capas y peso, pero fueron ganando con el paso del tiempo en diámetro.
Hacia 1830 aparece una falda rígida realizada en un tejido cuya trama era de crin de caballo y la urdimbre de lino o algodón; en el bajo llevaba un aro de ballena que le daba forma redondeada. Esta falda era conocida como crinolina y era el antecesor del miriñaque.
Alrededor de 1850, una situación generalizada de prosperidad en la economía europea, impulsó una mayor complicación en el vestido; las faldas fueron agrandándose, efecto que se consiguió, en un principio, incrementando el número de enaguas que se colocaban por debajo de la falda. La incomodidad y el peso generado por estas enaguas, llevaron a que se diseñara la crinolina en 1856.
 La gran impulsora y difusora en Europa de la crinolina fue la emperatriz Eugenia de Montijo (nacida en Granada, fue emperatriz de Francia al casarse con Napoleón III), durante el Segundo Imperio Francés; desde allí se introdujo en España, coincidiendo con el reinado de Isabel II, siendo denominada como miriñaque.

La Emperatriz Eugenia de Montijo.

Los miriñaques fueron usados de forma intensa y en su extravagante forma original alrededor de los años 1856 a 1866, alcanzando su máximo tamaño alrededor de 1860. Desde entonces, el término se ha utilizado para designar los variados inventos utilizados para sostener las faldas holgadas hacia diferentes direcciones. 

Representación actual de un
miriñaque.


 En los últimos años de la década de 1850, el tamaño de las faldas se desmesuró tanto con el uso del miriñaque que impedía a dos mujeres entrar juntas en una habitación o sentarse en un mismo sofá, ya que los volantes de las faldas lo evitaban. 


 Para evitar mostrar las piernas por accidentes provocados por el viento, las mujeres solían llevar por debajo unos pantalones que llegaban hasta los tobillos, normalmente acabados en encaje, que en ocasiones asomaban por debajo de la falda, en señal de elegancia.

Grabado que hace burla del uso
de la crinolina y sus peligros.

 Este tipo de estructura ya no será exclusivo de las clases altas, como ocurrí en épocas pasadas con sus antecesoras. La prensa y las fábricas harán que todas las mujeres deseen vestir una crinolina; hasta los diarios venderán patrones para que las mujeres las confeccionen en sus casas.
 Esta revolución en la moda asalta a todas las esferas sociales: damas, sirvientas, obreras de fábricas, campesinas... todas visten crinolinas, de todos los tamaños, llegando muchos modelos de lujo a alcanzar diámetros de 1.80 m.
 Por supuesto, si bien la crinolina era más ligera e higiénica que las enaguas de crin, no por ello era más cómoda: cruzar puertas era un tormento, bajar de un coche lo mismo, las ráfagas de viento podían levantarla completamente e incluso sentarse podía ser un peligro... lo peor es que era altamente combustible y podía prenderse en un santiamén. 
Se dice que muchas obreras de las fábricas de la época murieron trituradas por las máquinas cuando los aros de sus crinolinas se atascaban con los peligrosos mecanismos.

 Ilustración que hace referencia a un accidente 
por causa de un miriñaque.

 Al contrario de lo que se pueda pensar, el miriñaque no fue una imposición cuyo objetivo era satisfacer el gusto masculino, todo lo contrario. Eran ellas, y no los varones, las entusiastas a favor del miriñaque. Por lo general los caballeros encontraban que esa moda era estúpida. 
Las mujeres usaron estos artefactos para afinar el talle y realzar el busto. Sumado al corsé, esto creaba la ilusión de una cintura pequeña.

Secuencia de una mujer vistiéndose.

A mediados de 1860, el miriñaque evolucionó, dejando la parte delantera de la falda de forma recta, acumulando la crinolina en la parte de la espalda.
Es entonces cuando se convierte en media crinolina.

Silueta obtenida con el uso
de la media crinolina.

Esta evolución abrirá el camino hacia una nueva silueta femenina que pondrá fin, tras su caída en desuso, a las estructuras en las faldas.
 Comenzará la época del polisón. 
Pero su historia os la contaré en el próximo post de 
"UN RINCÓN DE MODA"




jueves, 22 de marzo de 2012

ARQUITECTURA BAJO LA FALDA I


A lo largo de la historia de la indumentaria han ido apareciendo y desapareciendo una serie de artefactos que las mujeres colocaban debajo de sus faldas y con las que ganaban volumen en sus vestidos y una vida más incómoda.
Esta locura empieza en el siglo XVI durante el esplendor del Renacimiento. Si ya por aquel entonces la ropa era incómoda por su rigidez y su peso por el exceso de adorno , se le añadió el verdugado.
De origen español, el verdugado era una falda de forma acampanada y rígida sobre la que se colocaban unos aros realizados con ramas de un arbusto: el verdugo, del que adopta el nombre.
El objetivo de esta falda era el de impedir que la falda se arrugase y que la silueta femenina se ensanchase a medida que se acercaba la falda al suelo. El efecto óptico era el de una mujer de cintura estrecha y porte siempre perfecto.
En el año 1545 empezó a utilizarse en Inglaterra y de ahí pasó al resto de Europa convirtiéndose en una prenda de uso habitual entre las mujeres.

Catalina de Medici luciendo la
silueta obtenida gracias a la 
utilización del verdugado.

En el año 1580 aparece el verdugado francés, y dota a la mujer de un aspecto curioso; la sensación es de que la dama en cuestión parecía que estaba dentro de una rueda, de ahí que también fuera llamado "verdugado de rueda". 
Este nuevo verdugado daba una forma más redonda a la falda.

Cristina de Francia luciendo
la silueta con verdugado
francés.

Por aquel entonces también existía la versión italiana del verdugado. El verdugado italiano era básicamente como el francés pero levantado en la parte de detrás con una especie de cojín.
Una última versión de esta prenda era el llamado verdugado rollo que consistía en una pieza de tela almohadillada que se sujetaba al cuerpo mediante unas cintas.
Tras el Renacimiento aparece una estructura nueva: el guardainfantes.

Guardainfantes.

Este armazón redondo estaba construido con alambres y cintas e iba sujeto a la cintura de las mujeres.
De origen también español (siglos XVI y XVII), cuenta la historia que esta estructura ocultaba los embarazos y que de esta peculiaridad nacería su nombre.
Debajo del guardainfantes las mujeres se colocaban una sucesión de enaguas y faldas que ayudarían a aportar volumen a los vestidos de la época.
Lógicamente este armazón no era utilizado por todas las mujeres, ya que se trataba de un elemento muy costoso.
Esta estructura desaparecería de la moda a mediados del siglo XVII con la aparición del tontillo.


Estructura de un tontillo.

  Tontillo.

El tontillo era una especie de faldellín con aros de ballena o de otro material que se utilizaba para ahuecar los vestidos.
 El tontillo fue una prenda que se popularizó en España bajo el reinado de Carlos II. Su uso se extendió hasta la segunda mitad del siglo XVIII.
 Cuando esta prenda llegó a Francia se denominó pannier, nombre que derivaba de "paniers" que eran las cestas que colgaban a ambos lados de los animales de carga.
 El tontillo francés fue aumentando gradualmente de amplitud durante el Rococó, llegando a alcanzar varios pies de largo a cada lado en la época de María Antonieta por lo que se convirtió en una prenda muy poco funcional ya que había que modificar las puertas de los coches, hogares y establecimientos para que las damas pudieran entrar.

Vestido con tontillo.

El siglo XVIII supuso el final de las estructuras incómodas que creaban una silueta femenina artificial, incluso cómica. Tras la Revolución Francesa todos los excesos de la moda fueron erradicados y las siluetas femeninas se volvieron más gráciles y naturales durante el Neoclásico, con la ausencia de los adornos y las excentricidades que hicieron mella en la sociedad francesa del 1789.

Silueta propia del Neoclásico.

No obstante, la arquitectura volverá a surgir en la moda unos años más tarde  y con la llegada del siglo XIX  se ratificará esa frase tan vinculada a la moda que dice: "la moda es cíclica". Volverán las ballenas y el tamaño de la falda femenina alcanzará sus mayores dimensiones. 
Pero todo esto lo veremos en el próximo "RINCÓN DE MODA".  



martes, 17 de enero de 2012

MADEMOISELLE ROSE BERTIN, MINISTRA DE LA MODA


Hoy nos toca hablar de los primeros diseñadores de moda de la historia; bueno, en concreto de una mujer que sobresalió en su tiempo por sus creaciones y también por sus clientas. Estoy hablando de  Mademoiselle Marie-Jeanne Rose Bertin.


Uno de los pocos retratos de Rose Bertin.

Durante muchos siglos la ropa se confeccionaba en las casas, en el caso de las clases menos desfavorecidas, o en el interior de los palacios para las clases altas. Pero ninguno de estos creadores era reconocido como tal, ni aplaudido su trabajo y tampoco venerados como gurús de la moda.
No fue hasta el siglo XVII que los creadores, -y hablo correctamente al referirme en masculino a ellos, puesto que eran los hombres los que reinaban en el mundo de la moda-  empezaron a tomar posiciones en esto de las tendencias y el "ir a la moda" siendo frecuente su presencia en las grandes cortes de la época,sobretodo París, que por aquel entonces dictaba la moda y creaba el concepto de lujo a lo grande.
La forma de trabajar de un modisto era sencilla a la par que complicada: cada creador favorito del noble de turno visitaba su palacio con todas sus propuestas y materiales a cuestas, literalmente.
En los grandes salones se escogían las telas, lazos, zapatos y adornos varios para que luego el creador los convirtiese en modelos de lujo en su taller.
Era un ir y venir de creadores y mercancías que hacían limitadas las propuestas, ya que el modisto y sus ayudantes cargaban con todo lo que sus fuerzas podían, y aveces no era todo lo que el cliente quería; esto obligaba a mas viajes para volver a empezar la selección.
Será en el siglo XVII cuando esta forma de trabajo cambie para acercarse más a lo que hoy conocemos, pero esta historia se merece un post a parte.
En este mundo, en el que los hombres se llevaban la fama y las mujeres eran las que, por medio de sus manos, hacían realidad  los modelos, era difícil destacar  para estas.
El 2 de Julio de 1747 en Abbeville, Picardie, Francia, nace Rose Bertin, que será un referente en la moda de su época llegando a vestir a las damas de más renombre, entre ellas la reina María Antonieta.




La reina María Antonieta.


Bajo el patrocinio de la reina se convirtió en sinónimo de elegancia y de los excesos de Versalles. 
La cercana relación con María Antonieta la proveyó de una valiosa experiencia en el significado de la moda en lo que se refiere a su aspecto social y político en la corte.
Las mujeres se aglomeraban en torno a Bertin, que pasaba a convertirse en su sombrerera y modista; después de todo la reina la había elegido.
Los precios de Rose Bertin eran exorbitados, o al menos así lo documentaban los informes anuales de los gastos de ropa de María Antonieta en las cuentas de la modista; pues la reina nunca usaba nada dos veces.
Los trajes y sombreros de Bertin podían costar veinte veces más de lo que una hábil costurera de la época ganaba al año. 
  Llamada "Ministro de la Moda", Bertin fue la mente tras casi todos los nuevos vestidos de la reina. Los vestidos y cabellos se convirtieron en el vehículo personal de la expresión de María Antonieta, y Bertin vistió a la reina desde 1770 hasta su destronamiento en 1792. Bertin llegó a ser la figura más poderosa de la corte, y ella presenció y, algunas veces, efectuó profundos cambios en la sociedad francesa.
Sus largos y ostentosos trajes aseguraban que quien los usara tomaría al menos tres veces más espacio que su pareja masculina, en este sentido daba a la figura femenina una imponente presencia. Sus creaciones también establecieron a Francia como centro de la moda, y desde entonces los vestidos hechos en París fueron enviados al resto de Europa. La imitada elegancia parisina establecía la reputación mundial de la “couture” francesa.


La reina María Antonieta con un extraordinario
vestido con las características propias del Rococó.


La creadora también innovó en la moda francesa del siglo XVIII. En  1738 Elisabeth Vigée-Lebrun retrató a María Antonieta luciendo la famosa "robe chemise" diseñada por Rose Bertin, lo cual fue tan escandaloso para su época que se tuvo que pintar un segundo retrato de la reina con un adecuado vestido de corte.
Este vestido sería el equivalente a nuestro vestido camisero. De corte sencillo, sin demasiados adornos llamativos, salvo algunos volantes en escote, puños y bajo. De silueta natural era un cambio radical al estilo exagerado que se estaba utilizando hasta entonces en la indumentaria femenina.
 El escándalo estaba en que las damas parecían ir en ropa interior.


Retrato de María Antonieta pintado por Vigée-Lebrun
en el que la reina luce el escandaloso "robe chemise".

Bertin llega a vestir a la reina Sofía Magdalena de Suecia, a la reina María Luisa de España, a la reina de Bohemia, a la reina de Suiza, a la Duquesa de Devonshire y a la zarina María Feodorovna de Rusia, y otras personalidades de la época, creando un auténtico imperio del traje desde su tienda en la calle Saint Honoré.


por Camille Pisarro.

Después de la Revolución Francesa, la incipiente industria de la moda se vio sumamente afectada, muchas de la clientas de Rose Bertin vieron afectada su posición social y terminaron ellas mismas trabajando de costureras y sombrereras.
  Durante la Revolución Francesa, cuando muchos de sus nobles clientes fueron ejecutados  o huyeron al extranjero, Bertin trasladó su negocio a Londres.
Mientras tanto, pudo atender a sus antiguas clientes entre las emigrantes, y su moda continuó circulando por otras capitales europeas.
 Bertin regresó a Francia en 1795, donde Josefina de Beauharnais, primera esposa de Napoleón, se convirtió en su clienta por un tiempo, pero encontró que los excesos de la moda de la era pasada se habían debilitado tras el fin de la Revolución Francesa. 
A principios del siglo XIX,  Bertin transfirió su negocio a su sobrina y se retiró. 
Murió en 1813 en su casa de Epinay, sur de Seine.