Hoy día los abanicos suelen salir de nuestros bolsos en los días de mucho calor. Pero hubo un tiempo en el que eran un complemento imprescindible en el vestuario femenino.
Aunque ya era habitual verlo en las manos femeninas desde hacía siglos y continuó siendo testigo de largas conversaciones entre damas siglos después, es interesante el papel que jugó durante el siglo XVIII.
Por aquel entonces era imprescindible en algo que hoy día llevamos a cabo de forma mas directa y cara a cara. Estoy hablando del cortejo.
Para una dama del Rococó demostrar abiertamente que sentía interés por un caballero era impensable. Las mujeres tenían que ser discretas y frías, insensibles ante la presencia de su amado.
El abanico, con toda su belleza, se convirtió en un elemento indispensable para estos menesteres, ya que era utilizado para transmitir los mensajes entre la dama cortejada y su apuesto pretendiente.
Era, por lo tanto, un auténtico medio de comunicación.
Era, por lo tanto, un auténtico medio de comunicación.
Algunos de los mensajes eran los siguientes:
Abanicarse rápidamente: Te amo intensamente.
Abanicarse lentamente: Soy una señora casada y me eres indiferente.
Cerrarlo despacio: Si.
Cerrar rápido: No.
Dejar caer el abanico: Te pertenezco.
Levantar los cabellos con él: Que piensa en él y que no le olvida.
Contar las varillas del abanico: Quiere hablar con su amado.
Protegerse del sol con él: Eres feo y no me gustas.
Cubrirse la cara con él: Sígueme cuando me vaya.
Mirar los dibujos del abanico: Me gustas mucho.
Lanzar el abanico: Te odio o adiós, se acabó.
Llevarlo cerrado y colgando: En la mano derecha, busco novio, y en la izquierda, tengo pareja.
Y así hasta un largo código de cortejo en el que el abanico, junto con sus exquisitos diseños, jugaban un papel importante en los amoríos del siglo XVIII.
Para terminar este post, os dejo la imagen de un curioso tipo de abanico, ideal para los bailes de máscaras: el abanico máscara.
Que lo disfrutéis.
Abanicarse rápidamente: Te amo intensamente.
Abanicarse lentamente: Soy una señora casada y me eres indiferente.
Cerrarlo despacio: Si.
Cerrar rápido: No.
Dejar caer el abanico: Te pertenezco.
Levantar los cabellos con él: Que piensa en él y que no le olvida.
Contar las varillas del abanico: Quiere hablar con su amado.
Protegerse del sol con él: Eres feo y no me gustas.
Cubrirse la cara con él: Sígueme cuando me vaya.
Mirar los dibujos del abanico: Me gustas mucho.
Lanzar el abanico: Te odio o adiós, se acabó.
Llevarlo cerrado y colgando: En la mano derecha, busco novio, y en la izquierda, tengo pareja.
Y así hasta un largo código de cortejo en el que el abanico, junto con sus exquisitos diseños, jugaban un papel importante en los amoríos del siglo XVIII.
Para terminar este post, os dejo la imagen de un curioso tipo de abanico, ideal para los bailes de máscaras: el abanico máscara.
Que lo disfrutéis.
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