miércoles, 25 de abril de 2012

MIS AVANCES CON LA CALCETA


¡Hola a tod@s! Ya os conté que estaba intentando rebuscar en mi memoria para volver a recuperar mis conocimientos, muy básicos, sobre la calceta. Era algo que quería volver a hacer hace un tiempo, pero que por una cosa u otra fui dejando atrás.
Para sorpresa mía aún me acordaba de algo (la verdad es que de muy poquito), por lo que tuve que echar mano de una chuletita.
He aquí la prueba del delito.


Nunca usé chuletas cuando era estudiante y voy a usarlas ahora después de tantos años.
Empecé por el punto más básico, el llamado "punto bobo"; que supongo que lo llamarán así porque es hacer lo mismo todo el tiempo, sin complicaciones. 
¡Ya tendré tiempo de complicarme!


Pues que sepáis que le cogí el tranquillo. Supongo que lo de calcetar es como lo de andar en bicicleta: que nunca se olvida.
Poco a poco, vuelta va y vuelta viene, aún hice un buen trozo. 
¡Mirar!


Os aviso de que me está gustando esto de la calceta. Ahora voy a pensar en qué hacer con mi trocito; aunque bueno, primero tengo que echar un vistazo a la chuleta para recordar como se cierra.
¡Un saludo!

domingo, 22 de abril de 2012

ARQUITECTURA BAJO LA FALDA II


Con la llegada del siglo XIX vuelven a utilizarse las estructuras par dar volumen a las faldas. Es en este siglo cuando la moda da rienda suelta a su creatividad; como  consecuencia el espacio que una mujer ocupaba en una estancia aumenta haciendo su trato con los demás complicado y cómico.
Tras la silueta cómoda y etérea del Neoclásico, comienza el Romanticismo, a mediados del siglo XVIII y marcando profundamente el XIX, con una silueta curiosa: hombros caídos, mangas ampulosas, faldas voluminosas y cabezas cubiertas por capotas excesivamente adornadas.

Indumentaria propia de principios
del siglo XIX.

Sería en la Era Victoriana (1837-1870) cuando las ballenas y los hierros vuelvan a habitar debajo de las faldas de las mujeres.
A principios del siglo XIX el volumen de las faldas se conseguía con la colocación de numerosas capas de enaguas  lo que hacía la indumentaria pesada e incómoda.
Con la aparición del miriñaque las faldas redujeron sus capas y peso, pero fueron ganando con el paso del tiempo en diámetro.
Hacia 1830 aparece una falda rígida realizada en un tejido cuya trama era de crin de caballo y la urdimbre de lino o algodón; en el bajo llevaba un aro de ballena que le daba forma redondeada. Esta falda era conocida como crinolina y era el antecesor del miriñaque.
Alrededor de 1850, una situación generalizada de prosperidad en la economía europea, impulsó una mayor complicación en el vestido; las faldas fueron agrandándose, efecto que se consiguió, en un principio, incrementando el número de enaguas que se colocaban por debajo de la falda. La incomodidad y el peso generado por estas enaguas, llevaron a que se diseñara la crinolina en 1856.
 La gran impulsora y difusora en Europa de la crinolina fue la emperatriz Eugenia de Montijo (nacida en Granada, fue emperatriz de Francia al casarse con Napoleón III), durante el Segundo Imperio Francés; desde allí se introdujo en España, coincidiendo con el reinado de Isabel II, siendo denominada como miriñaque.

La Emperatriz Eugenia de Montijo.

Los miriñaques fueron usados de forma intensa y en su extravagante forma original alrededor de los años 1856 a 1866, alcanzando su máximo tamaño alrededor de 1860. Desde entonces, el término se ha utilizado para designar los variados inventos utilizados para sostener las faldas holgadas hacia diferentes direcciones. 

Representación actual de un
miriñaque.


 En los últimos años de la década de 1850, el tamaño de las faldas se desmesuró tanto con el uso del miriñaque que impedía a dos mujeres entrar juntas en una habitación o sentarse en un mismo sofá, ya que los volantes de las faldas lo evitaban. 


 Para evitar mostrar las piernas por accidentes provocados por el viento, las mujeres solían llevar por debajo unos pantalones que llegaban hasta los tobillos, normalmente acabados en encaje, que en ocasiones asomaban por debajo de la falda, en señal de elegancia.

Grabado que hace burla del uso
de la crinolina y sus peligros.

 Este tipo de estructura ya no será exclusivo de las clases altas, como ocurrí en épocas pasadas con sus antecesoras. La prensa y las fábricas harán que todas las mujeres deseen vestir una crinolina; hasta los diarios venderán patrones para que las mujeres las confeccionen en sus casas.
 Esta revolución en la moda asalta a todas las esferas sociales: damas, sirvientas, obreras de fábricas, campesinas... todas visten crinolinas, de todos los tamaños, llegando muchos modelos de lujo a alcanzar diámetros de 1.80 m.
 Por supuesto, si bien la crinolina era más ligera e higiénica que las enaguas de crin, no por ello era más cómoda: cruzar puertas era un tormento, bajar de un coche lo mismo, las ráfagas de viento podían levantarla completamente e incluso sentarse podía ser un peligro... lo peor es que era altamente combustible y podía prenderse en un santiamén. 
Se dice que muchas obreras de las fábricas de la época murieron trituradas por las máquinas cuando los aros de sus crinolinas se atascaban con los peligrosos mecanismos.

 Ilustración que hace referencia a un accidente 
por causa de un miriñaque.

 Al contrario de lo que se pueda pensar, el miriñaque no fue una imposición cuyo objetivo era satisfacer el gusto masculino, todo lo contrario. Eran ellas, y no los varones, las entusiastas a favor del miriñaque. Por lo general los caballeros encontraban que esa moda era estúpida. 
Las mujeres usaron estos artefactos para afinar el talle y realzar el busto. Sumado al corsé, esto creaba la ilusión de una cintura pequeña.

Secuencia de una mujer vistiéndose.

A mediados de 1860, el miriñaque evolucionó, dejando la parte delantera de la falda de forma recta, acumulando la crinolina en la parte de la espalda.
Es entonces cuando se convierte en media crinolina.

Silueta obtenida con el uso
de la media crinolina.

Esta evolución abrirá el camino hacia una nueva silueta femenina que pondrá fin, tras su caída en desuso, a las estructuras en las faldas.
 Comenzará la época del polisón. 
Pero su historia os la contaré en el próximo post de 
"UN RINCÓN DE MODA"




martes, 17 de abril de 2012

VUELTA A LA CALCETA


Hace ya un tiempo que esto de calcetar se puso muy de moda y he visto trabajos maravillosos realizados con calceta.
Tengo un claro recuerdo de mi madre y las vecinas calcetando al sol de la primavera mientras no quitaban ojo de sus hijos que jugaban a unos pasos de ellas.
Con este recuerdo y viendo que los clubes de punto se están extendiendo cada vez más, me he decidido a ponerme a calcetar.
Pero claro, el problema de esto es que las pocas nociones que tenían se han desvanecido casi totalmente y ahora tengo que resetear "mi disco duro" para volver a empezar.
El primer paso, después de darle vueltas, ha sido comprar el material.

  
Me he decidido por unas agujas de madera (me encantan, me enamoré de ellas tan pronto como las vi) y unas madejas de punto (muy utilizadas y en auge en la moda de la calceta y las labores creativas actuales).
La combinación de colores me gusta mucho: verde y rayas rojas.
Aún no tengo muy claro lo que haré, ni si lo que conseguiré será algo útil, pero estoy entusiasmada con la idea.
Ya os iré enseñando mis progresos y ya veremos lo autodidacta que puedo ser. Si no me apaño, pegaré un grito y espero que alguien acuda a mi llamada de auxilio.
¡Crucemos los dedos!

lunes, 9 de abril de 2012

BIZCOCHO DE NARANJA


Si, también hago algún postrecito de vez en cuando, muy de vez en cuando. 
Entre mis amigos existe la leyenda, con algún fundamento, de que solo hago tartas y dulces cuando estoy deprimida.
El que lleve un tiempo sin hacer ninguna es muy buena señal, ¿no creéis? 
Bueno la receta la saqué de un pequeño libro que la verdad me suele dar buenas ideas. Este librito de dulces se llama: "Recetas sabrosas. Delicias al horno" y está escrito por Emma Patmore.
De entre todas escogí la siguiente: "Kugelhopf de naranja".
Os voy a dar los ingredientes y los pasos, aunque yo obvié algunas cosas y añadí otras (suelo hacerlo, por suerte nunca se me ha chafado ninguno, ¡JE JE!).


INGREDIENTES:
225 g. de mantequilla blanda; 225 g. de azúcar; 4 huevos, con las yemas separadas de las claras; 425 g. de harina; 3 cucharadas de levadura en polvo; una pizca de sal; 300 ml. de zumo de naranja natural; ralladura de naranja; 1 cucharada de agua de azahar (yo no le puse).


(La receta termina con un baño en almíbar de naranja que yo sustituí  por otra cosa. Los ingredientes para este baño son:
200 ml. de zumo de naranja y 200 g. de azúcar granulado.)




Para hacerlo solo tenéis que seguir los siguientes pasos:
1. Batir la mantequilla con el azúcar hasta que quede una crema. A continuación ir añadiendo de una en una las yemas de los huevos, batiendo muy bien tras cada adición.
2. En un bol tamizar la harina, la sal y la levadura en polvo. 
3. Mezclar los ingredientes secos del paso 2 con la mezcla del paso 1 y el zumo de naranja de forma alternativa; esto es ir intercalando la mezcla del paso 2 con el zumo.
4. En otro bol montar las claras a punto de nieve (podéis aprovechar este ejercicio para hacer brazo, ¡JE JE!).
5. Incorporar las claras a punto de nieve con mucho mimo a la otra mezcla.
6. Volcar todo en un bol previamente engrasado y enharinado. Introducir en el horno a unos 180 grados durante unos 50-55 minutos.
En este punto os digo que influye mucho el horno de cada casa, así como el bol utilizado. Yo os aconsejo que vayáis controlando y pinchando el bizcocho para comprobar si ya está cocinado.
Una vez frío se saca del molde y queda así de bonito.





No aplaudáis, no soy tan buena repostera. Esta forma tan bonita la conseguí gracias a un molde muy original que encontré. 
Os lo enseño:




Tiene forma de flor y es de silicona, un material genial para la cocina y que hace muy fácil la tarea de desmoldar los bizcochos. ¡ Cuántos bizcochos se "han ido al garete" por culpa de un mal molde! 
Os comenté que en la receta se empapa el bizcocho en almíbar; este se prepara calentando los ingredientes hasta que cuecen y luego se baña con él el bizcocho.
Yo sustituí este jugo por un poquitín de jarabe de chocolate; no demasiado, porque la verdad es que el jarabe que compré no es muy rico. Para otra haré yo el chocolatito.




¡Y así es como quedó! ¡Tiene una pinta!
Bueno, espero que os animéis a probar a hacerlo.
¡HASTA OTRO MOMENTO REPOSTERO!